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Textos

Un cielo para todo esto, 2022

“It turns out that an eerie type of chaos can lurk just behind a facade of order - and yet, deep inside the chaos lurks an even eerier type of order.”

Brian Greene

Until the End of Time: Mind, Matter, and Our Search for Meaning in an Evolving Universe. 


 

Una obra artística compuesta a partir de gran cantidad de recortes de impresiones en papel, cuidadosamente acomodados, pero no con la intención de devolverlos al lugar original que ocupaban antes de ser recortados. Por el contrario, las formas de los fragmentos de imágenes, así como de sus contornos, se reorganizan dentro de un nuevo y atractivo orden. Más allá de una construcción de imágenes planas, las obras de la artista mexicana Vivian Vargas, crean una versión multidimensional del tiempo y el espacio mediante la superposición de capas de papel. Según ella, éste material le permite emular la manera en la que partículas o células se unen para crear el volumen natural de las cosas. Para lograr este objetivo trabaja con toda esa pedacería de papel distribuida en el piso, simulando una especie de “Big Bang” que organiza dentro de sus composiciones. 

 

Por medio de su obra indaga los mecanismos que ponen en marcha al Universo -que la mayoría de las veces se mantienen ocultos- y la ciencia aún intenta descifrar. Su interés por entender las reglas del aparente caos que impera en el Universo la ha llevado a reconocer diferentes sistemas dinámicos complejos, en ocasiones recurriendo a la ciencia para entenderlos, y muchas otras veces apoyándose en su intuición. En sus procesos artísticos es común que encuentre un sutil balance entre el conocimiento sistemático de la ciencia y la disrupción de la misma. Su objetivo final es emular una “sopa de partículas” que por breves períodos de tiempo se organizan en burbujas de inteligibilidad, para al final deshacerse y caer en la entropía. 

 

Vivian creció en una familia de personas inclinadas por la ciencia, y aunque su personalidad y sus intereses siempre orbitaron en torno a una manera racional y estructurada de cuestionar al mundo, nunca ha estado interesada en llegar a una conclusión definitiva o a un número específico. En este sentido puede decirse que siempre ha estado más en búsqueda de visiones poéticas sobre el Universo y la existencia, que de resultados medibles y/o comprobables. Producir arte la ha acercado desde siempre a comprender al caos desde un punto de vista más humano e intuitivo. Es por ello que se ha interesado en los así llamados “sistemas caóticos”, aunque no como algo que se pueda medir, sino debido a la manera en la que éstos se plasman o manifiestan en diferentes aspectos de la vida. 

 

Uno de los temas que llama su atención son los patrones que pueden encontrarse dentro del fenómeno de la turbulencia. Dicho fenómeno ha intentado ser resuelto por medio de ecuaciones dinámicas de flujo; algo muy complejo, pues deben calcularse infinidad de variables simultáneamente. Las ecuaciones que se utilizan con este fin intentan describir la manera en la que se disipa la energía a través de vórtices. Por esta razón es muy difícil, por ejemplo, predecir el clima, ya que cualquier alteración en alguna variable desemboca en condiciones totalmente distintas. La serie más reciente de piezas artísticas realizadas por Vivian Vargas describen justamente ese tipo de complejidad. El primer recorte de papel que aplica sobre la superficie del bastidor marca la pauta para el lugar que ocupará el siguiente, y así sucesivamente, tal y como ocurre en la dinámica de flujos. Ese primer recorte de papel determinará entonces, al final, la totalidad de la obra. Para entender la lógica detrás de dicho sistema, uno pudiera incluso intentar copiar la misma pieza, comprobando que cualquier cambio, por más minúsculo que sea, terminaría alterando a la larga mayormente la composición. Al concluir tendría por lo tanto dos piezas muy distintas. 

 

Por otro lado, el proceso de obtención de imágenes para trabajar con su obra es diverso. Vivian Vargas realiza todo tipo de experimentos. Por ejemplo: utiliza drones, telescopios y microscopios, para capturar imágenes que le permitan reconocer formas, flujos y patrones. Recurre a medios establecidos dentro de la ciencia, y los transgrede para crear algo nuevo; para encontrar “otros caminos”. Es a partir de esta libertad que ha llegado a entender, por ejemplo, que amplificar una imágen pequeña lleva a resultados muy parecidos al hecho de reducir una imagen muy grande. Sus composiciones pueden ser también híbridos de varias imágenes, siempre y cuando respondan al mismo sentido formal en cuanto a ritmo y flujo. Para el espectador el resultado puede ser desconcertante en un primer momento, pues no alcanza a comprender si está observando algo microscópico o macroscópico; se encuentra a sí mismo confundido y debe entonces acercarse para intentar indagar qué es eso que ve. Finalmente alcanza un momento de comprensión muy estimulante. 

 

El título de la exposición que congrega a muchas de estas obras aborda esta fugacidad  de manera poética. “Un cielo para todo esto” está inspirado también en un poema de Emily Dickinson (Estados Unidos, 1830-1886), titulado I dwell in possibilities, y en cuyos últimos párrafos recurre enfáticamente a la palabra “esto” (en inglés “this”). Dicho escrito está construido a manera de acertijo, justamente para mantener la ambigüedad de sentido y dejarle al lector la posibilidad de resolverlo de manera muy personal. Vivian Vargas refiere con este título a la manera en la que la complejidad, el misterio y el caos de la existencia, pueden ser abarcados dentro de un espacio-tiempo compacto. Ese espacio es básicamente nuestra percepción de la realidad, que intenta darle sentido a todo aquello que está sucediendo frente a nuestros propios ojos. 

 

Las obras de Vivian Vargas son metáforas sobre el tiempo. Son también recordatorios de la fugacidad de la vida, pues cuestionar el funcionamiento del Universo sólo tiene sentido si lo hacemos aquí y ahora, cada uno de nosotros de manera individual. No podremos continuar haciéndolo eternamente, pues las moléculas de nuestro cuerpo se organizaron sólo momentáneamente así. Por lo tanto, todos somos parte de un enorme ciclo de caos y entropía que en sí mismo es muy hermoso.

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